
En Tel Aviv fue realizada una encuesta entre 200 personas que tienen a ambos animales en casa. Se averiguó que en el 25% de los casos el gato y el pero evitan contactar el uno con el otro; en el 10% se portan de modo agresivo, y en los demás, conviven como dos amigos, especialmente si ambos aparecieron en casa a edad temprana.
Si el gato y el perro empiezan a contactar en ese período, cada uno de ellos aprende a entender el "lenguaje" del otro, pese a lo que les dice el instinto, y como resultado, terminan comiendo de la misma taza y durmiendo el uno al lado del otro. Para que surjan tales relaciones, es necesario que ellos se conozcan siendo el gatito menor de seis meses y el perito de un año de edad, afirman científicos de la Universidad de Tel Aviv